No dispongo actualmente de la imagen que dá origen a esta historia por ese motivo
opto por una imagen de casa tradicional con poyo, aunque, aclaro, no es de Murillo.
Rompo en esta entrada el eje conductor
de este blog. En esta ocasión no voy a partir de una palabra o expresión para
contar a través de ella una historia. En este caso voy directamente a
la historia. La razón es simple. Este verano de 2015, la publicación
de un libro de fotografías antiguas de Murillo de Río Leza ha dado
pie a muchas conversaciones e historias con mi padre al hilo de los
recuerdos sugeridos por las imágenes.
Por este libro conozco la existencia de
un edificio en la calle principal de Murillo. Se trata de un edifico
recio, con fachada de cantería, era la fonda de la Honorata. Como
cada casa del pueblo , adosado a dicha fachada corría un largo
poyo en el que sentarse y, por la posición del edificio en la calle
principal, era un punto privilegiado desde el que mirar el discurrir de caminantes y vecinos.
Por el mismo libro conozco la
existencia de Anselmo Santos que en algún tiempo de la postguerra
fue alcalde de Murillo. En la imagen que podemos ver en el citado
libro se nos presenta como un hombre de aspecto sencillo, popular,
más bien menudo. Al preguntar a mi padre por la razón de que
llegara a ser alcalde surge una interesante reflexión. No está muy
claro como alguién así llega a ser alcalde pero mi padre supone que
fue nombrado por el gobernador civil como un aforma de neutralizar el
poder de los que venían siendo los caciques tradicionales ( y al
narrar esto hace un paralelo con lo que pudo ocurrir en Ribafrecha en
el que se nombra a un antiguo policía, Venancio “el pájaro”,
frente al poder tradicional de los poderosos de siempre: Garrosos,
Mingarros...)
Todo esto viene al caso de una
divertida historia que explica una expresión que yo había oído
muchas veces... en una situación muy concreta y “peculiar” y que
ahora cobraba todo el sentido.
Pongámonos en situación.
El lugar, una calle de Murillo de Río
Leza frente a la fonda de la Honorata con su fachada de sillería y
su largo poyo.
Los personajes, son los jerifaltes
tradicionales del pueblo sentados en el poyo de la fonda y Anselmo
Santos, a la sazón alcalde del pueblo y por tanto instrumento de un
poder más alto para controlar el poder tradicional de los poderosos
del pueblo.
Los hechos. Pasaba un día Anselmo
frente al poyo de la fonda de la Honorata. Allí sentados , los
caciques terratenientes que toda la vida habían mandado en Murillo y
que ven pasar, sin prisa, a Anselmo, alcalde nombrado para laminar su
poder tradicional. Podemos imaginar fácilmente saludos más o menos
protocolarios, muy falsos y , en realidad, cargados de un hondo resentimiento.
Cuando pasaba, más o menos enfrente
de los personajes (la fuerzas vivas que decía a veces el régimen),
Anselmo lanza un sonoro pedo sin inmutarse.
Recorre aún unos metros sin modificar
para nada su gesto y caminar. Unos segundos y metros más adelante se
para parsimonioso, se vuelve hacia el lugar en el que se había
tirado el sonoro cuesco y dice bien alto: “¿Vienes....o te
quedas?”
Para que comentar......
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