El río que recuerdo de mi infancia "tronchera" ( "troncheros" llaman a los de Ribafrecha) tenía tres puentes. En los extremos de mi mundo infantil estaban: por la parte baja el de Murillo que yo conocía, pero bastante de pasada; en el extremo aguas arriba el del "Estrechillo", en Leza del río Leza, que era para mí un auténtico escenario de aventura. En ese Estrechillo el río hacía su aparición entre grandes peñas como una auténtica estrella de cine. Para mí estaba asociado a las madrugadas de pesca.
En medio de esta geografía de puentes estaba el de Ribafrecha. No era gran cosa, pero nos dió juego. En los agujeros del desagüe habitaban murciélagos. A veces íbamos a cogerlos para luego hacer con ellos todo tipo de "judiadas" (perrerías), incluyendo hacerles "fumar".
Pero, aunque no hubiero muchos puentes, río Leza no era infranqueable ( y eso que entonces bajaba más agua que ahora) Las propias dimensiones del río y su caudal no eran un gran obstáculo. Sólo había que descalzarse, si hacía falta te quitabas los pantalones, (o en caso aún más extremo te quedabas "en porretas")....¡y ya estaba!
Además, en determinados lugares en los que el agua era más mansa y la profundidad menor, se colocaban grandes piedras que llamábamos
[ en un alarde de creatividad lingüística ;)] "pasaderas". Con ellas era posible vadear el río. La distancia, más o menos una zancada. Pero, claro, era fácil y frecuente el accidente: la piedra que resbala por falta de uso, porque por accidente o travesura la mojó el anterior...; tu zancada que no era tan grande como la del que colocó la pasadera; o que, definitivamente, eras un poco torpe...
En fin, toda una historia que daba para llenar días enteros del verano en Ribafrecha.
Por descontado, en el diccionario de la RAE aparece esta acepción de la palabra
m. Cada una de las piedras que sirven para atravesar, a pie enjuto, un río, charco, arroyo, etc.
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